enciendo la luz sobre la mesita de noche oscura dices que pierdo el tiempo cuando yo siento que lo
gano todos esos años agendas arrinconadas en la estantería no saben a nada nada más parecido a la
muerte que el fugaz momento en que la luz mengua en esos atardeceres de invierno que huelen a
naranjo a tierra humedecida casi negra ese instante oscuro que concluye el día en que puedo sentir
toda la densidad del tiempo todo su peso ese día exhausto el desamparo ese desangrarse poco a
poco y yo allí mudo asisto al espectáculo modo estupefacto respiración amordazada (amor de
azada) un cierto frío en un lugar inconcreto entre las costillas yo que era el ojo (creía ser) que
miraba romperse el alba en tinieblas (en ti nieblas) yo que miraba siempre el mismo árbol que tú
miras que es ya otro árbol distinto yo el árbol del que me alejo al pensarme que espero sentado tus
palabras mientras se deshace en polvo el día cada día que busco la claridad en lo más profundo del
huerto mientras la luz se apaga pero entonces el viento que arrastra noticias por las calles empapela
las alcantarillas de este sucio invierno y luego el tiempo impune que rompe otra vez el día cada
mañana su luz inaprensible unánime y justa y entonces de nuevo la jaqueca que impide que lea al
filósofo y sólo vea la luz a través de una radiografía desgastada celuloide enfermo que miro al
trasluz que interpreto con mi limitado lenguaje (los límites de mi mundo dijo LW) mi ilimitada
mirada se piensa verdad o finge en esa contemplación que es anestesia yo que quería ser solo ojo
soy árbol buscando con mis ramas el calor astral de la luz en el cielo para por fin en paz descansar
desearlo tanto y que por fin suceda
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