aparece la primera luz del día
el silencio es un lago de agua calma
por donde se deslizan las ocho campanadas de la vieja iglesia
sobre las tejas curvas el churricheo de los gorriones recién nacidos
el liquen amarillo que allí insiste
humea el café en la taza
la mesa cada vez más iluminada
es otro día que nos regalan que llenaremos de vida que desperdiciaremos
horas de contemplación de risas de aburrimiento
durante dieciséis segundos he sido consciente de este cielo arrugado sucio que envuelve el espacio
durante dos minutos escasos he escuchado atentamente
los trinos desperezados del estornino en la antena del tejado
el grito cortante de las golondrinas recién venidas cruzando el espacio aéreo de la calle
suena el viento como una ráfaga aguda que se apaga en la esquina de la terraza
puedo escuchar el leve crujido del bolígrafo sobre la página pautada en la que escribo
el chasquido artrítico de mis articulaciones superiores apoyadas en la mesa
pero dura sólo un momento este estado de gracia sensorial
que ha venido con el silencio enorme que acompaña esta mañana
otra jornada nueva de confinamiento otro día en el que habrá que hurgar a fondo
para evitar que crezca la sensación de encierro en estos días de cuarentena
que echaré de menos porque sé ahora que soy dueño de mi silencio
porque ahora siento la pulsación escondida del tiempo
su latido exacto de cuarzo inagotable
indiferente
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