cuaderno de bitácora, diario íntimo pero extrovertido, reflexiones obsesivas, refracciones lumínicas...
martes, 17 de diciembre de 2019
jueves, 12 de diciembre de 2019
martes, 10 de diciembre de 2019
san josé
calla josé
cuando la escucha
desde la
cocina
le habla del hijo que
va a nacer
el hijo de
ambos
miente el
ángelus en la radio
como un
mantra
lo escucha josé y
calla
vuelve a la
fábrica
encola
clavetea desbasta la madera
barre el
polvo de serrín
por el suelo
taciturno
desde
entonces silencio
viernes, 29 de noviembre de 2019
lunes, 25 de noviembre de 2019
para el futuro (recuerdos)
he enviado este microrrelato a un concurso. el tema era "recuerdos".
Zassss.
Le encanta el ruido del celofán mientras lo rasga con la punta del bolígrafo; luego estira hacia
abajo, palpa las aristas de cartón duro, su tacto algo rugoso. Lo abre como si fuera un libro
sagrado. Pasea la vista por las fotografías. Busca las letras, (“sí, sí que están”) y mete las narices en
el medio, los ojos entrecerrados, y aspira profundo. Huele la tinta, el tiempo detenido.
Saca el disco de la funda y lo coloca sobre la plataforma giratoria del plato. Tira hacia atrás del
brazo metálico, suavemente, y lo sitúa sobre los primeros surcos vacíos. Contempla el giro hipnótico,
ensimismado, las treinta y tres revoluciones por minuto. Contiene la respiración y acerca el diamante
de la aguja a la superficie brillante del vinilo negro. Silencio expectante. Le sigue un chasquido,
como un chisporroteo, y la sala se llena de guitarras, flautas, de voces y ritmos.
Sonríe y se tumba en el sofá, ceremoniosamente. Busca las letras de las canciones y las lee mientras
escucha, une maison bleue adosée à ma mémoire, da un trago de cerveza, mastica una patata frita
crujiente. Y lo observa todo desde afuera, como un cuadro en el museo. Lo graba todo. Y lo guarda.
Para el futuro.
Zassss.
Le encanta el ruido del celofán mientras lo rasga con la punta del bolígrafo; luego estira hacia
abajo, palpa las aristas de cartón duro, su tacto algo rugoso. Lo abre como si fuera un libro
sagrado. Pasea la vista por las fotografías. Busca las letras, (“sí, sí que están”) y mete las narices en
el medio, los ojos entrecerrados, y aspira profundo. Huele la tinta, el tiempo detenido.
Saca el disco de la funda y lo coloca sobre la plataforma giratoria del plato. Tira hacia atrás del
brazo metálico, suavemente, y lo sitúa sobre los primeros surcos vacíos. Contempla el giro hipnótico,
ensimismado, las treinta y tres revoluciones por minuto. Contiene la respiración y acerca el diamante
de la aguja a la superficie brillante del vinilo negro. Silencio expectante. Le sigue un chasquido,
como un chisporroteo, y la sala se llena de guitarras, flautas, de voces y ritmos.
Sonríe y se tumba en el sofá, ceremoniosamente. Busca las letras de las canciones y las lee mientras
escucha, une maison bleue adosée à ma mémoire, da un trago de cerveza, mastica una patata frita
crujiente. Y lo observa todo desde afuera, como un cuadro en el museo. Lo graba todo. Y lo guarda.
Para el futuro.
viernes, 22 de noviembre de 2019
martes, 19 de noviembre de 2019
distopías y ucronías
Estaba acabando el año cuando Pitágoras lo decidió: tomaría el ferry hacia Mileto. Por fin conocería al viejo Tales. El día de nochevieja, éste reunió a todos sus discípulos para presentarles al joven sabio heleno. Brindaron con varias botellitas de ouzo que el griego había colado sin declarar en la aduana del puerto. "Por el nuevo año 546 antes de Cristo", corearon todos, ciertamente alegres.
Pitágoras, sorprendido, comentó que no sabía quién era ese tal Cristo, que cómo podían numerar sus años con aquella insólita ucronía. Tales, que era muy, pero que muy sabio, le dijo “cómo se nota que no eres de Letras, Pitagorín”. Y se durmio sobre el último sofá de Ikea, ebrio cual tonel de Diógenes.
Al despertar, vio que Pitágoras estaba sentado junto a él, echando números. “¿Y si eligiéramos como año cero la fecha en que se celebraron las primeras Olimpiadas?", dicen que dijo el de Samos.
Su auditorio, la mayor parte de origen turco, protestó enfurecido. “Griego de mierda, go home, a ver si te enteras que nuestro kebab fue anterior a vuestro soulaki.”
Al ver que el asunto se ponía feo, intentó calmar los ánimos con un poco de humor, enunciando su famoso teorema. "Esperad, saben aquél que diu que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa...” pero no pudo terminar de explicarlo. Un discípulo aventajado de Tales, exaltadísimo, le acusó de plagio. “Eso ya lo ha demostrado mi maestro en su segundo teorema. Te voy a denunciar a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual”.
Pitágoras, prudentemente, se retiró hacia la ventana, tomó el móvil y reservó una plaza para el siguiente vuelo a Atenas.
Ya en el aeropuerto, desde la escalerilla del avión, se volvió hacia la futura ciudad en ruinas y pronunció otra de sus grandes aportaciones a la filosofía de la Humanidad entera: “Están locos estos otomanos”, años más tarde plagiada por Obélix el galo, terror de jabalíes y centurias, en su tosco y rudimentario idioma prerromano: “C'est qu'ils sont fous, ces romains”.
Pitágoras, sorprendido, comentó que no sabía quién era ese tal Cristo, que cómo podían numerar sus años con aquella insólita ucronía. Tales, que era muy, pero que muy sabio, le dijo “cómo se nota que no eres de Letras, Pitagorín”. Y se durmio sobre el último sofá de Ikea, ebrio cual tonel de Diógenes.
Al despertar, vio que Pitágoras estaba sentado junto a él, echando números. “¿Y si eligiéramos como año cero la fecha en que se celebraron las primeras Olimpiadas?", dicen que dijo el de Samos.
Su auditorio, la mayor parte de origen turco, protestó enfurecido. “Griego de mierda, go home, a ver si te enteras que nuestro kebab fue anterior a vuestro soulaki.”
Al ver que el asunto se ponía feo, intentó calmar los ánimos con un poco de humor, enunciando su famoso teorema. "Esperad, saben aquél que diu que en un triángulo rectángulo, el cuadrado de la hipotenusa...” pero no pudo terminar de explicarlo. Un discípulo aventajado de Tales, exaltadísimo, le acusó de plagio. “Eso ya lo ha demostrado mi maestro en su segundo teorema. Te voy a denunciar a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual”.
Pitágoras, prudentemente, se retiró hacia la ventana, tomó el móvil y reservó una plaza para el siguiente vuelo a Atenas.
Ya en el aeropuerto, desde la escalerilla del avión, se volvió hacia la futura ciudad en ruinas y pronunció otra de sus grandes aportaciones a la filosofía de la Humanidad entera: “Están locos estos otomanos”, años más tarde plagiada por Obélix el galo, terror de jabalíes y centurias, en su tosco y rudimentario idioma prerromano: “C'est qu'ils sont fous, ces romains”.
jueves, 14 de noviembre de 2019
jueves, 7 de noviembre de 2019
lunes, 28 de octubre de 2019
lunes, 21 de octubre de 2019
RESCATADORA (micropoema para concurso García Nieto)
¡Qué fácil has venido
a mi voz, y en qué instante!
El cuaderno mudo sobre la mesa,
poemas como pájaros implumes
ejercitando el vuelo.
Pero has mordido mi boca (¡qué a tiempo!),
han convocado tus manos las mías,
su hermoso molde exacto,
y ha vuelto la palabra bendecida
por tu luz cegadora.
Donde ceniza, voz,
vida donde desahucio.
a mi voz, y en qué instante!
El cuaderno mudo sobre la mesa,
poemas como pájaros implumes
ejercitando el vuelo.
Pero has mordido mi boca (¡qué a tiempo!),
han convocado tus manos las mías,
su hermoso molde exacto,
y ha vuelto la palabra bendecida
por tu luz cegadora.
Donde ceniza, voz,
vida donde desahucio.
martes, 15 de octubre de 2019
5 haikus de al-Ándalus (universo Quiñones)
D.E.P. (Descansan En Paz)
Peces cansados,
duermen los nenúfares
en el estanque.
Desvaneciéndose
¿Y la alegría
de los hombres desnudos
y las mujeres?
Mejor no mires, Fernando
Globalizaron
tu mar, el Sur, el aire
de los neumáticos.
De la Isla
Hondo viviste
el cante, a palo seco
la cruz del monje.
De las palabras y lo prohibido
Puro deseo
ardiendo, memorándum,
jazmín y mano.
lunes, 14 de octubre de 2019
mar a las 5 de la tarde
miro sin palabras
los elementos ordenados
del paisaje
rumor de olas
gritos de madre
imperativa
piedras
multitud de piedras
donde el agua
rompe salada
cinco o seis barcos
sobre la línea
del horizonte
sol sobre mis hombros
sin palabras
no hay frase
pensamiento
juicio
eso es
miro
y no juzgo
sólo siento
boyas amarillas
flotando
por la derecha
Montgó se desdibuja
y Cullera
por el otro lado
las grúas del puerto
como un mecano
contenedores apilados
de colores
mástiles blancos
sobre la dársena
piedras
arena color de piedra
pedazos naranja
de ladrillo pulido
añicos de vidrio
verde azul ámbar
blanca alfombra
de espuma las olas
sobre la orilla
arde el cuello
bajo el sol
un avión se levanta
hacia las islas
treinta minutos
lejanas
otro vendrá luego
que mantenga
el equilibrio
este ruido
de agua rota
es bálsamo
que paraliza
no hay gaviotas hoy
(será la hora)
hipnótica
partida del paquebote
remolcado
MSC
dueño
de los siete océanos
del mundo
(sigo buscando
la piedra esférica
y blanca)
miércoles, 9 de octubre de 2019
inadvertidamente
INADVERTIDAMENTE
Veinticinco años más tarde
no recuerdas el eco de su voz,
su orgullo cuando te miraba tras los cristales
correctores de sus gafas.
Nunca supiste de sus temores,
su incertidumbre que disfrazaba de certeza,
nada sabías de su fragilidad,
de sus arrebatos,
de sus lágrimas insospechadas.
Apenas un esbozo su sonrisa suspendida
en el aire, su talante de hombre bueno,
el aroma mentolado y dulce después del afeitado,
olvidada ya la distancia que imponía en vano,
su cercanía.
La vida lo llevó lejos demasiado pronto,
donde el silencio,
desvanecido como las fotografías amarillas
de los bisabuelos que reviven cuando los nombras,
-la eternidad es hablar de ellos-.
Pero sabes bien que los recuerdos sólo tergiversan,
la memoria deviene relato idealizado,
congelados daguerrotipos en el tiempo,
cada vez más ausencia,
destilándose.
Pero entonces no,
entonces estaba allí,
siempre estuvo allí, a tu lado,
inadvertidamente,
como la sombra fresca de un árbol,
como en el firmamento la luna nueva.
Y todo era bastante.
Veinticinco años más tarde
no recuerdas el eco de su voz,
su orgullo cuando te miraba tras los cristales
correctores de sus gafas.
Nunca supiste de sus temores,
su incertidumbre que disfrazaba de certeza,
nada sabías de su fragilidad,
de sus arrebatos,
de sus lágrimas insospechadas.
Apenas un esbozo su sonrisa suspendida
en el aire, su talante de hombre bueno,
el aroma mentolado y dulce después del afeitado,
olvidada ya la distancia que imponía en vano,
su cercanía.
La vida lo llevó lejos demasiado pronto,
donde el silencio,
desvanecido como las fotografías amarillas
de los bisabuelos que reviven cuando los nombras,
-la eternidad es hablar de ellos-.
Pero sabes bien que los recuerdos sólo tergiversan,
la memoria deviene relato idealizado,
congelados daguerrotipos en el tiempo,
cada vez más ausencia,
destilándose.
Pero entonces no,
entonces estaba allí,
siempre estuvo allí, a tu lado,
inadvertidamente,
como la sombra fresca de un árbol,
como en el firmamento la luna nueva.
Y todo era bastante.
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