miércoles, 9 de octubre de 2019

inadvertidamente

INADVERTIDAMENTE

Veinticinco años más tarde
no recuerdas el eco de su voz,
su orgullo cuando te miraba tras los cristales
correctores de sus gafas.

Nunca supiste de sus temores,
su incertidumbre que disfrazaba de certeza,
nada sabías de su fragilidad,
de sus arrebatos,
de sus lágrimas insospechadas.

Apenas un esbozo su sonrisa suspendida
en el aire, su talante de hombre bueno,
el aroma mentolado y dulce después del afeitado,
olvidada ya la distancia que imponía en vano,
su cercanía.

La vida lo llevó lejos demasiado pronto,
donde el silencio,
desvanecido como las fotografías amarillas
de los bisabuelos que reviven cuando los nombras,
-la eternidad es hablar de ellos-.

Pero sabes bien que los recuerdos sólo tergiversan,
la memoria deviene relato idealizado,
congelados daguerrotipos en el tiempo,
cada vez más ausencia,
destilándose.

Pero entonces no,
entonces estaba allí,
siempre estuvo allí, a tu lado,
inadvertidamente,
como la sombra fresca de un árbol,
como en el firmamento la luna nueva.

Y todo era bastante.

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