¡Qué fácil has venido
a mi voz, y en qué instante!
El cuaderno mudo sobre la mesa,
poemas como pájaros implumes
ejercitando el vuelo.
Pero has mordido mi boca (¡qué a tiempo!),
han convocado tus manos las mías,
su hermoso molde exacto,
y ha vuelto la palabra bendecida
por tu luz cegadora.
Donde ceniza, voz,
vida donde desahucio.
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