miércoles, 21 de marzo de 2018

el mar, de nuevo

El rítmico rugido de las olas que rompen en la orilla silencia por completo mis pensamientos oscuros. Es un ruido acompasado, musical, rico en matices. Está la espuma efervescente, refrescante, volúmenes pesados que se desploman, agua sobre agua. Y el siseo deslizante de una pátina lisa y casi muda, la evaporación húmeda de cientos de burbujas de aire salino. Lejos, tan cerca, la línea horizontal y azul del aparente límite.
Barcos enormes se desperezan cerca de la bocana del puerto. Todavía me asombra que puedan mantenerse a flote, tanta tonelada de pesados metales juntos. Me entretengo un buen rato observando la salida de uno de ellos, poniendo rumbo hacia el sudeste. Como navega muy cerca de los otros, puedo apreciar la rapidez con que se mueve. En sus contenedores multicolor viajan todos los productos de consumo imaginables, surcan mares y océanos llevando a sus orillas la esencia misma del capitalismo. Compra, gasta, consume, trabaja para gastar, gasta, gasta y consume. Y cuando no tengas bastante, pide un préstamo, endéudate...Ya puedes volver a la rueda, gasta, consume. Que si no, esto se paraliza y se hunde el invento.
Mientras escribo, el oleaje se ha convertido en una dulce banda sonora salada. Al final, no ha conseguido acallar del todo estos pensamientos casi oscuros, repetidos, ensoñados...

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