Miro la montaña de la Umbría, hacia el este. A su izquierda, cerrando el valle por el norte, los riscos de las Garitas. El alba ha comenzado. Desde un negro punteado de estrellas hacia unos azules cada vez más claros y verdes, la franja que toca las montañas es más clara que el cielo alto. El Lucero de la mañana sigue ahí, un poco más hacia el sur. Son los hitos que conforman mi vida, que confirman que otro día más está a punto de nacer. Sé que esta luz efímera y creciente es la luz que preludia lo que todavía está oculto. También sé que la muerte brillar por ausencia.
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