cuaderno de bitácora, diario íntimo pero extrovertido, reflexiones obsesivas, refracciones lumínicas...
miércoles, 10 de agosto de 2022
mi vida en Itaca (I)
En el Jónico, la sensación de insularidad es casi imposible de encontrar. No es que Á eligiera Itaca debido a su carácter cada vez más misántropo; más bien fue el deseo de evitar en lo posible el contacto con turistas de todas las nacionalidades, esa clase social a la que él mismo perteneció durante mucho tiempo, muy a su pesar.
Desde el terremoto de 1953, el gobierno griego decretó una ley que no permitía la construcción de edificios de más de tres alturas. Ningún hotel, ninguna macro-urbanización podría asentarse en esta pequeña isla montañosa y agreste, territorio de cabras y pescadores. Por mucho que Ulises hubiera sido su personaje más ilustre. Así que Itaca se salvó de la vorágine invasora y masificada del turismo gracias a aquel desastre natural, como si la misma madre Tierra hubiera decidido preservar un pequeño trozo del paraíso como ella sabe hacerlo, a las bravas. Para que todos comprendieran el mensaje.
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